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martes, 15 de abril de 2014

Murakami y la cuerda al mundo.

Nunca me había interesado por la literatura oriental. Siempre me pareció ajena, desconocida e indiferente. Hasta que empecé a ver a Harumi Murakami en varias librerías. Su nombre llamó mi atención. La primera vez que estuve a punto de leerlo, iba a comprar Tokio Blues, que hasta ahora me entero, se convirtió en un Best Seller. La realidad es que sólo andaba buscando una portada bonita para leer algo en vacaciones. Al final de cuentas no me convenció y salí con algún título europeo entre las manos. Ahora, unos años después, en una de esas tardes de ocio vagando por la internet, me dio por buscar libros suyos en red. El primero que apareció fue Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Es uno de esos libros, o al menos así sucedió en mi caso, que pasando la primera página no puedes parar. A pesar de lo surrealista de los primeros sucesos narrados en la novela, algo en la simplicidad de las acciones no te permite desistir tan fácilmente de empezar la travesía de las casi novecientas páginas que contiene. Después de pasar las doscientas hojas mis ojos reclamaron la versión impresa. La secuencia principal es simple: un hombre es abandonado por su esposa, ambos son muy jóvenes, y Kumiko, como se llama la cónyuge, desaparece sin ton ni son ni explicaciones, con la ropa que se llevó puesta al trabajo y otra más que recogió en la lavandería.
Pero no fue la simpleza de la trama lo que me atrapó. En Murakami la retórica no consiste en pequeñas figuras esparcidas a lo largo de la novela. Sus metáforas son grandes, bien construidas, y desde mi perspectiva , realmente hermosas. El título de su obra está confeccionado con alfileres. El protagonista de la novela, un desempleado por iniciativa propia, escucha cada mañana el canto de un pájaro en su jardín. El sonido que esta peculiar ave emite, sugiere la onomatopeya de un mecanismo al que se le da cuerda. Algo así como un "rac-rac". Cada mañana el joven escucha al pájaro. Pero un día su mujer no vuelve del trabajo, y el pájaro deja de cantar. Al igual que un juguete que se va quedando si cuerda y el movimiento de éste se vuelve primero lento, después torpe y al final nulo; la vida del protagonista va perdiendo fuerza dentro de su entorno.
Pero en ese tiempo cero que comienza a vivir el protagonista, los recuerdos le permiten continuar los días que fuera de un mundo que reconstruye con piezas del pasado, le hubiera sido imposible. En ese onírico trayecto aparecen personajes de una extraña magia, como mujeres que predicen el futuro, viejos sabios que le heredan regalos extraños y compañías singulares. 
Murakami sabe describir la frágil linea que separa la luz de la oscuridad, la lucidez y el sueño; la vida y el "más allá".