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domingo, 11 de septiembre de 2011

Falla dental ¿o mental?

Nunca el descuido me había dolido tanto. Siempre dejo pasar las cosas a tal punto que explotan y luego ya no sé cómo controlarlas. Pero esta vez fue una cuestión corporal, dental para ser exactos, y como no terminé el tratamiento de mi muela, se fregó. Me sentí fatal cuando escuché el "crack" y ganas de llorar como cuando eres niño y muestras el diente caído en la mano. Esta vez ni tenía a quién mostrárselo y no nacerá otra muela. Ahora buscaré un dentista y lo más probable es que mis dos quincenas se vayan derechito al bolsillo del susodicho. Qué otra cosa puedo hacer. Esperar a mañana porque los domingos la ciudad está muerta.
Tal vez como un acto inconsciente en busca de ayuda llamé a casa. Contestó papá con mucho desánimo en la voz. Una mezcla de molestia y melancolía porque hace más de un mes que no llamo y que no le mando un mensaje. Le conté lo sucedido. Preguntó por el trabajo, por la escuela... Bien, bien, todo está bien. Se escuchaba triste. Cada cinco minutos le gritaba al abuelo, es difícil cuidarlo.
_Nunca quiero pasar por esto. Cuando esté grande voy a agarrar mi camioneta y me voy a tirar a un barranco. No quiero causarle molestias a nadie.
_No digas eso papá.
_Nada más me van a aventar un poco de tierra y ya.
_Papá...

He regresado más triste tras colgar el teléfono. En casa espera mi hermano y un domingo nada brillante. Tal vez limpiando y lavando me olvide un poco de todo. Es bueno saber que hay alguien porque quien vale la pena fingir una sonrisa.

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